Si estas manos hablaran contarían que Florence Kroukamp nació en 1960, tres años antes de las protestas que provocarían el endurecimiento de las leyes represivas del apartheid y la detención de ocho miembros del ANC (African National Congress).

 

Pregunta: ¿Qué recuerdas de aquella época?

Respuesta: Durante mi infancia las leyes del apartheid todavía estaban en vigor. Mi hermano estuvo muy metido dentro del mundo de la política (…) Aunque solo él estaba dentro, todos le apoyábamos.

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Florence nació en Hangberg y es la más joven de las seis mujeres que acuden semanalmente a nuestros talleres de empoderamiento. Durante su juventud vivió cosas muy diferentes al resto de sus compañeras y es que creció durante los años de mayor represión contra los negros o coloured por cuestión de raza. Lo recuerda con claridad: “Mi hermano Dicki –Dick Meter– luchó en contra de las leyes represivas del apartheid. Había que tener una personalidad muy fuerte y confiar mucho en la causa para llevarlo adelante. Pertenecía al ANC y apoyaba a Mandela. Es más, estuvo en la cárcel durante seis meses y para nosotros fueron tiempos difíciles”.

Florence es la sexta de un total de diez hermanos y, aunque solo Dick se metió en política, todos le apoyaban: “Todos estábamos dentro: cuando había que hacer banderas, cuando pasaba algo… Él era el que estaba dentro y nosotros íbamos detrás”.

A principios de los noventa las leyes segregativas fueron abolidas y su hermano se convirtió en el primer alcalde de Hout Bay: “Primero le llamaban alcalde sin que nadie lo hubiera votado y después, cuando se celebraron las elecciones, ya se convirtió en alcalde por elección. Hizo muchas cosas buenas por la comunidad y, aunque ahora ya no está muy metido dentro de la misma, todavía lleva a cabo proyectos. Cuando intentamos estar con él, ¡es imposible! ¡Siempre hay alguien que viene a buscarlo!”

 


“Aunque el apartheid ya no exista, todavía quedan resquicios”


 

Gracias a la lucha que llevaron a cabo su hermano y otros líderes negros, la infancia de sus hijos fue muy diferente a la que vivió Florence. Es madre de dos varones, uno de treinta y otro de 23 y dice: “Hay muchas cosas que no podíamos hacer y que ahora mis hijos sí que pueden. Mis hijos por ejemplo fueron a una escuela mixta, yo sin embargo fui a la escuela solo para coloured. Elegí ese colegio para ellos porque les da muchas oportunidades y facilidades (…) De hecho, yo creo que tienen hoy en día las mismas oportunidades que los blancos”.

Pese a eso, hay que tener en cuenta que el GINI de Ciudad del Cabo es de un 63%, uno de los más elevados del mundo, y Florence es consciente de esta situación: “Aunque el apartheid ya no exista, todavía quedan resquicios. Por ejemplo, a la hora de ascender en el trabajo, apoyan antes a un blanco que a un negro. Aunque sea inexistente [el racismo], todavía se ve especialmente entre la gente muy muy rica. No obstante, la mayoría de la población no suele ser así. Por ejemplo, en el colegio todo el mundo pregunta por mi hijo porque se hace amigo de cualquiera. Es muy vergonzoso, pero hace amigos con facilidad. Tiene muchos amigos blancos pero no tiene muchos en el Hangberg. Intento alejarlos de la vida de la favela. Después del colegio, deporte; y al llegar a casa, los deberes”.

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Algunos de los problemas más habituales de Hangberg son la violencia, el abandono escolar, las drogas o los embarazos no deseados y Florence no quiere nada de eso para sus hijos: “No es que intente protegerles, es que simplemente no tienen tiempo para relacionarse con la gente que vive aquí. Los domingos en la iglesia se relacionan con niños de la comunidad, pero solo allí. Entre semana no tienen tiempo”.

Como ya hemos mencionado al principio, Florence es la más joven del taller y con la más mayor, Juliana, se lleva treinta años. Tres décadas dan para mucho y a lo largo de ellas la sociedad avanzó. Florence, a diferencia de Juliana, no dejó de trabajar al casarse: “Dejé de trabajar durante unos años porque cerró la empresa, pero cuando mi hijo tenía siete años me incorporé y me ascendieron. Cuando mi madre cayó enferma hace dos años lo dejé del todo para cuidarla”. Y es que su familia es su mayor preocupación. Está casada y, aunque sus hijos ya son mayores, está feliz de tenerlos todavía en casa: “Ninguno de los dos se ha ido de casa y no tienen hijos. Yo disfruto mucho de su compañía, me lo cuentan todo. Son muy abiertos conmigo, si tienen algún problema lo hablamos en casa y tratamos de solucionarlo inmediatamente”.

Al hablar de su hermano, Florence aprovecha para recordar que hay algo más que le debe a Dick, su matrimonio: “Conocí a mi marido gracias al rugby. Mi hermano jugaba y siempre íbamos a verle. Nos hicimos amigos y después… Me casé a los treinta y a los pocos meses me quedé embarazada”. Casi sesenta años de vida durante los cuáles Sudáfrica se ha liberado del racismo que oprimía a gran parte de la población. Florence solo desea que algún día el racismo sea cosa del pasado ante la ley, pero también ante los humanos, y esta precisamente es una de las principales luchas de Meraki Bay. Gracias a nuestra ONG en Sudáfrica llevamos a cabo actividades destinadas a conseguir la equidad entre los miembros de Hangberg, la comunidad en la que trabajamos, y el resto de personas del mundo. Si quieres ayudarnos, ¡dona! 

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